Nocturna, moribunda, vagabunda.


Sentada me toco la frente sin reconocer mi mano, miro la ventana tampoco encuentro mi reflejo. Paso saliva y el sabor me hace recordarte, pero no de la forma que me gustaba pensarte, ahora ese sabor se ha hecho amargo, recorre mi garganta con dificultad y por un momento me dan ganas de vomitar. Pero recuerdo que no he comido nada.

Como dice Sabines: "....Lleva siempre un frasquito del aire de la luna para cuando te ahogues..." y eso hago ahora para evitar la náusea de tu frustración.

Las calles, las caras de la gente, el aire nada es como imaginé, es mejor. Caminar y reencontrarme con la vida sin temor, con una sonrisa por delante me hace recordar que soy y estoy.

Con dos horas de sueño la ciudad me acoge, y yo me dejo guiar, subo, bajo, camino, corro, me siento, vuelvo a mirar, y al fin como.

Sé que el mal sabor poco a poco desaparecerá, por el momento sólo puedo distraerlo con la luna y citaré de nuevo a Jaime: "....Para los condenados a muerte y para los condenados a vida no hay mejor estimulante que la luna en dosis precisas y controladas."

Así que luna espero que me dures lo que me queda de amargura.

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