Ardillas en el bosque
De noche cuando todos duermen, solo se persibe el silencio.
Estaba yo, pues en medio del silencio y la noche, en mi cama recostada después de un largo día, esperando conciliar el sueño, pero no llegaba, tardaba como de costumbre, nunca llega a tiempo. Ya estaba acostumbrada a su retraso. Así que lo esperé paciente.
El fío invadió mi cuarto, entró por la ventana anunciando al sueño. Poco a poco sin resistencia alguna mis ojos se fueron cerrando.
Sumergida en el sueño, presencié la paz, tranquilidad que por el día no había logrado.
Todo comenzó en este punto, cuando no distinguiá entre la realidad y la fantasía.
Iba yo caminado por un inmenso valle verde, con altas colinas por donde se reflejaban los rayos de sol.
Miré el cielo, era infinito, con un azul claro como nunca lo vi en la ciudad. En ese momento quise volar. Observé al rededor y nadie más habitaba el gran valle verde.
Sólo se me ocurrió hacer una cosa: correr, y lo hice. Corrí hasta donde mis piernas dieron, y ellas me condujeron hasta un río.
Decidí recostarme a descansar un poco, mi cabeza estaba a punto de tocar ese suelo fresco, cuando escuché una vosecilla, miré a todos lados y me di cuenta que venía de un alto árbol. Era una ardilla que colgaba de un frondoso árbol. El peludo amigo me dijo: "ven sube conmigo". Me quedé absorta, pues nunca había escuchando hablar a una ardilla. Era muy peculiar, tenía en la cola un mechon blanco, como si fueran canas, el resto de su cuerpecillo estaba estampado de un color casi negro.
La miré y muy seria repitió: "ven sube conmigo", no tuve el valor de seguirla, pues no soy tan ágil como ellas, así que la ignoré.
Ella insisntía, que la acompañara, pero sólo me limité a contestarle: "no puedo subir árboles como tú, mis pies son más grandes que los tuyos". Ella me miró, sus ojos denotaban tristeza, se acerco conmigo y me contó de su vida en el bosque. La escuchaba con mucha atención, ella contaba que se sentía muy sola en aquel bosque, que en los más de dos años que llevaba viviendo ahí, no había acabado de conocer todo el bosque, por esa razón me invitaba a recorrerlo, pues era muy grande para su diminuto cuerpecillo.
Yo le conté que compartía el mismo sentimiento, pues la ciudad de donde vengo, le dijé, también es grande, que tampoco la conocía del todo. Le dije, ardilla se paciente, ya llegara alguien igual que tú, que pueda subir árboles y saltar entre ellos para conocer y compartir cada atardecer desde las alturas en diferentes lugares, ver perderse al sol con el mar, con el asfalto, esconderse entre los áboles etcétera.
Ella volteó su pequeña cabeza, los ojos se le llenaron de lágrimas y sólo pudo responder: "pues ya quiero que llegue". Yo también lloraba seque sus lagrimas con los pañuelos de mi corazón y le di un gran abrazo, la miré por última vez y me despedí.
Todo regresó a la "normalidad" poco a poco abrí los ojos, estiré mis ahora descansados brazos, para luego salir de la cama y dirigirme con la ardilla de mis sueños a compartir el calor de la primavera, para luego terminar de conocer todo el bosque.
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